sábado, 13 de octubre de 2007

Distorsiones

Por las mañanas, mientras disfruto un tibio café con leche en casa, antes de ir al trabajo, tengo como costumbre poner el canal de las noticias de México en el televisor y enterarme de lo último que sucede en tierra Azteca. No por vivir fuera de mi patria me desintereso de lo que sucede ahí.

Cual fue mi sorpresa hace un par de días al mirar una noticia que me produce mas acidez estomacal que el mismo café que disfruto a diario. La activista de moda en los Estados Unidos, y ahora en México también, encabezaba la “Carrera Antorcha Guadalupana V Edición”.

La tan ahora famosa activista Elvira Arellano, salía de la basílica de Guadalupe en Ciudad de México con la antorcha encendida con el fuego de la esperanza. Una antorcha que irá de mano en mano de cientos de jóvenes por todo el país mexicano, parientes de los millones de indocumentados que viven en Estados Unidos. La antorcha debe permanecer encendida hasta su arribo a la catedral de San Patricio en la ciudad de New York.

Lo de la carrera, la antorcha y todo el asunto religioso y político detrás del evento no era lo relevante de la noticia, sino la aparición de la señora esa que se hizo llamar así misma “activista pro-inmigrantes”.

Ésta mujer comenzó su “carrera” de activista hace solo un par de meses cuando se vio acorralada por la deportación que debía enfrentar por parte de las autoridades estadounidenses.

Ingresó a Estados Unidos ilegalmente hace ya poco más de 10 años. Trabajó en el área de limpieza en un aeropuerto del estado de Oregón, donde fue despedida y detenida, al descubrirse después de que se implementaron medidas más severas de seguridad en los aeropuertos después del 9-11, que trabajaba con un número de seguro social falso.

En el 2002 enfrentaba una orden de deportación y dos años de libertad condicional. Lo cual establece que por ningún motivo puedes trabajar en Estados Unidos y debes abandonar el país en la fecha que se te indique. Elvira Arellano ignoró estas sentencias y en lugar de salir de Estados Unidos, se mudó a otro estado y siguió su peregrinar en busca de trabajo y por supuesto, con otro número de seguro social falso; siguió su vida que ahora compartía con su hijo Saúl.

Pero en el 2006 recibió de nuevo una orden de deportación y esta vez, con las leyes más duras contra los inmigrantes, no tendría la misma oportunidad de permanecer en Estados Unidos, así que se le ocurrió pedir asilo en una iglesia metodista en Chicago, donde residía, y permanecer refugiada ahí con su hijo y desde su nuevo cuartel, exigir al gobierno estadounidense su residencia legal en el país para quedarse al lado de su pequeño hijito de 8 años.

Alegaba que teniendo un hijo ciudadano americano, ella también debe tener el derecho de recibir la residencia legal en el país. A parte de reclamar que su hijo padece de una enfermedad y que necesita ser tratado por los médicos de aquí y no de otro país, y por lo tanto ella debería permanecer al lado de su hijo, pero no en la sombra, sino legalmente.

Estas son las exigencias de la señora Arellano que escupió al gobierno estadounidense mientras estuvo parapetada en la iglesia-santuario de donde no la podían sacar a la fuerza la patrulla de migración.

Desde ahí llamó la atención de algunos activistas pro-inmigrantes y estos con la ayuda de la prensa, la convirtieron en la nuevo mártir de los indocumentados. Comenzaron una campaña pro-ilegales que la propia Elvira encabezaba desde su encierro voluntario. Ya sea usando el teléfono, el Internet, o sus elocuentes discursos desde el púlpito del templo.

La gente empezó a acudir en masa a las reuniones que se llevaban acabo en la iglesia. Recibía llamadas, cartas, e-mail, y la prensa no había día que no diera una noticia sobre ella.

Así fue hasta el pasado 20 de agosto, en el que la nueva activista decidió dejar su “cárcel” y desafiar a las autoridades gringas, viajando de Chicago hasta la ciudad de Los Ángeles, California, para presentarse a un evento masivo de inmigrantes, dirigir una marcha nacional y conversar con algunos políticos que están a favor de una reforma migratoria.

Ahí mismo fue arrestada frente a su hijo por agentes de migración que la esposaron y metieron a una camioneta y se la llevaron presa, para posteriormente deportarla a México.

Entre lágrimas dejó a su hijo encargado con tutores, porque según dijo ella misma, su hijo quería quedarse a vivir en Estados Unidos, no en México; así que ella accedió a dejarlo, lo cual, según sus declaraciones, hacía más hondo su sufrimiento.

Toda esta parafernalia de la nueva mujer que desafió las leyes, que lucha desde México ahora por los inmigrantes, y que hará cambios definitivos en la vida de millones de indocumentados, no es más que comedia de cuarta provocada por la prensa y los activista pro-inmigrantes que siguen perdiendo su lucha frente al gobierno de Estados Unidos y que se valen de cualquier truco o situación, como la de Arellano, para continuar con sus campañas.

Una sola mujer indocumentada no cambiará un problema de años entre dos países donde intervienen una infinidad de intereses para amabas partes.

Esta mujer no es una mártir; ni una madre sufriendo por dejar a su hijo en otro país; ni una luchadora, ni nada de eso. Ella también está jugando su papel para verse beneficiada en su persona, y claro, si de paso se benefician algunos otros y queda como la mexicana que pasó a la historia…pues bueno.

Es indignante ver como la prensa sigue intentando meter por los ojos, a esa mujer como una activista. No es más que una mujer que huyó de su país por razones desconocidas y llegó a otro país e infringió sus leyes.

Porque eso hizo Elvira Arellano. Violó las leyes del país que ahora tanto reclama. Se convirtió en una criminal desde el momento en que traspasó la frontera ilegalmente y posteriormente al tener que recurrir a la falsificación de documentos para poder trabajar.

No hay nada de lucha por sus compatriotas indocumentados. Antes de verse acorralada, no había movido un dedo por lograr una reforma migratoria. Todo esto en torno a ella, no deja de ser mas que una payasada política de muchos que están en el juego.

Todos quieren la tajada del gran pastel.

Me provoca acidez estomacal seguir viendo en las noticias a esa señora que no significa nada para millones de indocumentados que a diario siguen luchando por subsistir en sus trabajos, sacando adelante a sus familias y tratando de esquivar los problemas con las autoridades, mientras la nueva activista se pasea libre en las calles de México, desayuna con el presidente, y sigue apareciendo en televisión, fingiendo lo que no es ni llegará a ser.

Que irritante que sea mexicana también como yo y que nos siga poniendo en vergüenza ante los dos países.

A ver cuanto dura el numerito. Alguien se aburrirá primero: Arellano o la prensa.

Espero acabe pronto. Hay cosas más importantes en los noticieros como para perder los espacios con casos como ese.

domingo, 30 de septiembre de 2007

The Ghost Identity

En nuestra vida vamos buscando siempre como encontrar respuestas a preguntas tan repetidas como: ¿Quiénes somos? ¿Adónde vamos? ¿Porqué estamos aquí? Solo los grandes pensadores afirman haberse aproximado a la respuesta, o al menos han tratado de hacernos creer que es así. Lo que siempre me ha parecido es que se pierde tiempo valioso en la vida en andar buscando respuestas a preguntas tan banales -al menos a mí me lo parecen- en vez de dedicarnos por completo al bien vivir. Pero a veces la vida nos pone en circunstancias que no esperamos y nos llevan sin dudar a lo que comento al principio de este párrafo: ¿Quiénes somos? ¿Adónde vamos? ¿Porqué estamos aquí?

Vivir en Estados Unidos puede ser fácil si se tienen un par de cosas: Un documento que te identifique ya sea como un residente legal o como ciudadano; y que se tenga la capacidad para dominar digamos “bien” el idioma oficial del país, es decir, el inglés. Sin ese par de cosas, vivir aquí puede ser bastante difícil y sufrido, lo cuál nos pasa a los millones de indocumentados que vivimos en el país de las barras y las estrellas.

En este país desde que naces eres un número de serie. Es el llamado “Número de Seguro Social”. Te va a identificar el resto de tu vida como ciudadano estadounidense. Primero te dan el acta de nacimiento, y enseguida te entregan tu tarjeta con tú número de seguro. A partir de eso quedas oficialmente en los archivos de la nación hasta que mueres.

En los años treintas, el sistema de seguro social (Social Security) se fundó para proveer ayuda financiera a personas incapacitadas y a mayores de edad. Se basa en el pago de cuotas por parte de empleadores y empleados y así sostener el fondo económico para prestar el servicio. Por lo tanto, cada ciudadano y residente permanente (Green Card) de Estados Unidos tienen un único número de seguro social.

Con ese numerito es que te identificas en cualquier parte. De pequeño para tener un seguro médico y que te puedan llevar tus padres al doctor. Después lo necesitas para que tus padres te inscriban en el pre-kinder, la primaria, secundaria y preparatoria, y así consecutivamente hasta los niveles más altos de educación. También requieres de tú seguro social para poder trabajar en cualquier lugar en el país, desde barrendero hasta gerente de una firma internacional. Toda tu vida está regida por el famoso Número de Seguro Social. Este documento se convirtió en uno de los documentos más importantes para los estadounidenses.

Se obtiene como dije, automáticamente al nacer aquí. Pero también hay otros medios. Uno de ellos es convirtiéndote en un residente legal del país. Eso lo puedes obtener después de que algún pariente cercano que es un ciudadano de Estados Unidos, te “pide” como familiar para que te otorguen la residencia permanente y gozar de los beneficios de pertenecer al país. Es lo que llaman obtener la Green Card, o tarjeta verde.

También se le puede otorgar un seguro social provisional a individuos con algún permiso especial para trabajar o a estudiantes extranjeros, y uno que otro caso extraordinario. Siempre queda decidido bajo la administración de dicho sistema del gobierno.

Entonces a los indocumentados que vienen en busca de trabajo, no queda más remedio que seguir infringiendo la ley. Primero al traspasar la frontera sin una visa adecuada y luego al tener que recurrir a la falsificación de documentos para con ello poder tener identidad. Una identidad tal vez robada, prestada o inventada. Es la única forma que se tiene para empezar a existir en los Estados Unidos.

The Ghost Identity, La Identidad del Fantasma, haciendo un poco alusión a la tan de moda saga del amnésico señor Bourne, es que nombro este capítulo. Una identidad que nadie ve es la verdadera; la que está detrás de una tarjeta con nombre falso. La realidad de muchos y la mía propia al tener que ocultar y convertir en un fantasma el nombre y apellido que nos dieran nuestros padres al nacer y pertenecer a una familia. Un fantasma que vive callado y escondido debajo de nuestras camas, o en el clóset, o en el ático. Un fantasma que poco a poco va perdiendo identidad en el olvido.

Todavía me pregunto que piensa mi padre por no usar más su nombre. Un nombre que me recuerda a veces a una mujer que ya casi no existe, pero que lucho día a día porque sobreviva en mi memoria y en lo que soy.

¿Quiénes somos? ¿Adónde vamos? ¿Porqué estamos aquí? Hay días que no tengo respuesta para ninguna de estas preguntas.

domingo, 23 de septiembre de 2007

WetBack

Tendré que comenzar por traducir el nombre de este blog. Wetback se resume a dos palabras: espalda mojada. Es así de simple la traducción, pero no así la interpretación de esas palabras. Este término se ha venido utilizando por la población descontenta y la patrulla fronteriza en forma despectiva, para referirse aquellos osados indocumentados que traspasan a nado o como pueden, la frontera estadounidense por el famoso Río Grande ó río Bravo que limita la frontera americana con la mexicana por los rumbos de Texas y New México.

Casi cualquier persona que se sepa o parezca que es ilegal, llevará etiquetado ese sobrenombre en la frente, o en la espalda según se lo acomoden. Pero el término de Wetback es casi exclusivo para los mexicanos. Curiosamente, para los estadounidenses, el 90% de las personas de color más oscuro que el de ellos, prácticamente es un indocumentado mexicano, aunque éste provenga de centroamérica, suramérica o cualquier otro país del mundo. Generalizan de tal forma que la palabra “ilegal” casi la agregan a su diccionario con la consiguiente descripción de su significado: ciudadano mexicano que traspasó la frontera de Estados Unidos ilegalmente.

No exagero, créanme. Sé lo que es vivir las peripecias de residir en la ilegalidad en este país. Sé lo que es sentir esa mirada de desdén cuando tratas de hablar con tu mejor inglés –el cual conserva un típico acento- y que te hagan repetir una y otra vez tu apellido hispano porque simplemente los gringos no lo pueden pronunciar. Can you spell it, please? Es la pregunta de rutina cada vez que uno intenta decir su nombre y apellido. Lo puedes deletrear por favor? Y bien te va si conoces por completo la pronunciación del abecedario en inglés, sino, ahí viene la vergüenza total y posteriormente el retiro del área en cuestión con la cabeza gacha y la cola entre las patas sin haber llevado acabo la solicitud de algún servicio. Y ni pensar en regresar a ese lugar!

A parte de Wetback, otros nombres se utilizan para llamarnos: Mojados, ilegales, aliens, invasores, plaga, delincuentes y brownies (cafecitos) como lo sugirió el mismo gobernador Arnold Schwarzenegger, que también es un inmigrante solo que con la suerte de tener otro color de piel y venir de un país bastante lejano de Estados Unidos, a parte de que es un héroe Hollywoodense y a salvado a su adoptivo país cientos de veces de terroristas y hasta extraterrestres, lo cual lo convirtió en un ídolo no solo en California sino en toda la unión americana. Pero no todo es tan malo con el nombre que se nos da. Las organizaciones en pro de los inmigrantes nos llaman trabajadores, gente buena que busca mejor vida, ilegales pero humanos, no criminales, amigos del país.

Abrí este blog por inquietud de desahogarme del diario vivir en un país que no es el mío. Que nadie me obligó a migrar, es cierto. Pero vivo aquí, y por ahora por diferentes motivos permaneceré en este país que me gusta por unas cosas y no me gusta por otras. Siempre he pensado que el lugar lo hace uno, y eso trato de hacer donde quiera que estoy. No me he viciado aún de las costumbres que no me pertenecen ni me he dejado llevar por la trillada frase del "sueño americano". Tengo sueños propios que carecen de nacionalidad y etiquetas.
Abrí este blog por sugerencia de un buen amigo, entrañable amigo cibernético que me invitó a participar en esta actividad tan de moda, para expresar, sacar del alma y corazón, o del cerebro si se requiere, cualquier inquietud que por ahí se geste y quiera compartir.

Tal vez nadie me lea –salvo mi amigo que quizás lo haga al principio por curiosidad y que después por su intelecto tan superior al mío, terminará leyéndome por compromiso- pero me leeré yo y con eso me basta. Será como una conversación íntima. Si alguien más participa de este pequeño proyecto, pues bienvenido sea y le agradezco de antemano su tiempo para detenerse a leer.

Dejaré impreso en este lugar episodios de mi vida en los Estados Unidos, el país de todos y de ninguno. Algunos serán anécdotas propias, otras serán los sentimientos que deja alguna noticia local, las historias de amigos y conocidos sobre sus travesías al cruzar la frontera, relatos ficticios, y de todo lo que se vaya presentando en el camino.

Así comienza WETBAKC. Un paseo con la espalda mojada y el corazón abierto.